Tuve la oportunidad de ver esta película y no puedo hacer otra cosa más que recomendarla. Por las razones que ustedes crean pertinentes: si son de las personas que disfrutan de la violencia, adelante; si son de las personas que disfrutan de una crítica al gobierno actual de Felipillo Calderón, adelante; si son de las personas que quieren ver un western de mafiosos, adelante; si son de las personas que creen que hay que darle otra oportunidad (otra vez) al nuevo cine mexicano, adelante.
El director Luis Estrada nos trae una historia de ficción en un pueblo imaginario llamado San Miguel, en donde se ve reflejada una realidad que no es muy ajena a la nuestra. Con una brutalidad casi genial se ve retratada la vida de muchas personas que tienen que sufrir en manos de una guerra sin sentido que solamente va destruyendo familias enteras.
Como toda buena película mexicana, al ser clasificación C, las malas palabras salen a relucir bastante bien y provocan la risa de quienes hemos crecido con una televisión donde no se puede decir la palabra pene sin reír como colegiala japonesa.
Damián Alcázar, Joaquín Cosío y Ernesto Gómez Cruz se llevan las palmas además de María Rojo, Elizabeth Cervantes, Salvador Sánchez y Daniel Giménez Cacho encabezan el reparto con excelentes actuaciones en esta última parte de la “trilogía” de Estrada (La Ley de Herodes y Un Mundo Maravilloso). Todo en la película parece real, cruel y brutal que no quedaran indiferentes al verla, además como dijo Tony el Gordo: “Es gracioso porque es verídico”.
Es una película obligada para estas fiestas del centenario y del bicentenario, para que todos sigamos celebrando esta semi-guerra civil encabezada por nuestro glorioso gobierno de los Estados Unidos Mexicanos.
Felices fiestas Patrias
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